Se produce una nueva distribución de “saberes socialmente relevantes”, y un cierto desajuste de los adultos frente a las nuevas demandas de la realidad. No sólo el saber ya no está exclusivamente de su lado, especialmente el vinculado a la omnipresente tecnología, sino que, con frecuencia, no aciertan a responder con pertinencia, en lo que atañe a las posibilidades y modalidades de integrarse al mercado laboral, a la comprensión de los medios audiovisuales, a los nuevos y plurales formatos que ordenan las relaciones afectivas, a las nuevas políticas del cuerpo, y otros tantos temas.
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